El arquitecto Luis Barragán

Luis Barragán nació el 9 de marzo de 1902 en una familia de hacendados de Jalisco y estudió en la Escuela Libre de Ingenieros de Guadalajara, donde nació su interés por la arquitectura, bajo la influencia del arquitecto Agustín Basave, uno de sus maestros y tutor para obtener simultáneamente el grado de arquitecto en 1923.

Viajó a Francia y España alrededor de 1930 donde tuvo un importante encuentro con las culturas mediterráneas, tanto europeas como musulmanas, que influyeron en su arquitectura. También en ese tiempo tuvo la gran oportunidad de conocer al afamado arquitecto funcionalista Le Corbusier, cuando asistió a algunas de sus conferencias en París y tuvo la oportunidad de conocer su obra, la cual inspiró una buena parte de su trabajo.

Entre 1927 y 1936 ejerció su profesión en Guadalajara, remodelando y proyectando casas, con un estilo derivado de la influencia tanto de la arquitectura mediterránea, como de la local, tiempo durante el que Barragán ganó fama y prestigio. Posteriormente, se trasladó a la Ciudad de México, en donde realizó varias construcciones de tipo habitacional, inspiradas en el estilo funcionalista y con fines comerciales, lo que reafirmaba su etapa racionalista.

La huella de Barragán en la Cuauhtémoc

En 1939, Luis Barragán y Max Cetto concluyeron el proyecto ubicado en el 38 de la Plaza Melchor Ocampo en la colonia Cuauhtémoc. Dicho proyecto consistía en un edificio conformado por 4 estudios-departamentos diseñados para artistas dedicados a la pintura.

En la planta baja se podía encontrar un área de estacionamiento y servicios, sobre la cual se edificaron los 4 departamentos de dos pisos. La estancia contaba con doble altura y un nivel medio arriba del comedor que sostenía la recámara, que se conectaban a través de una escalera de caracol integrando una chimenea. Se diseñaron dos tipos de apartamentos distintos y se creó un patio de iluminación en la parte trasera del terreno. Los cuatro espacios tenían una amplia vista a la glorieta con un gran ventanal encargado de proveer una increíble cantidad de luz. En la azotea se ubicó el roof garden y un cuarto de servicio por departamento.

Su fachada dejaba ver las formas al interior; conformada por los 4 enormes ventanales, unas pequeñas ventanas del lado derecho que pertenecían a las áreas de servicio de dos de los departamentos, las del lado izquierdo, colocadas a diferente altura que el resto, se encontraban en los descansos de la escalera común.

Esta obra fue parte del boom de arquitectura funcionalista que llegó a la Ciudad de México, y mostraba las ideas modernas que trajo desde Alemania, Max Cetto, así como la influencia europea del mexicano Luis Barragán.

El paso de los años y la renovación

Desafortunadamente el paso del tiempo y los cambios urbanos trajeron deterioro y envejecimiento que desencadenaron la decadencia del edificio. El descuido de algunos de sus inquilinos, así como los cambios en los acabados, e incluso en la arquitectura interior, dejaban ver muy poco del proyecto original y de la grandiosidad que algún día mostró.

El estado en el que se encontraba el inmueble al momento del inicio de la intervención era deplorable. Fue así, que, el proyecto de restauración se dividió en tres aspectos: El primero consistió en rescatar y restaurar los elementos originales del edificio, con base en la documentación obtenida de la Fundación Barragán en Suiza y otras fuentes.

El segundo estaba relacionado con la habitabilidad y su efectividad dadas las necesidades de vivienda de la época actual y para dar una adecuada respuesta a las mismas, se integraron cocinas, baños, área de lavado común y caseta de vigilancia.

Por último, se llevó a cabo una cuidadosa reinterpretación de algunos de los elementos que Barragán utilizó en su etapa arquitectónica más madura, que consistió en integrar puertas que reforzaran el diseño de la arquitectura interior, se renovó el terrazo de la escalera en tonos claros como un detalle de modernidad, una solera de latón acompañando los despieces, y el cambio del color exterior de beige claro a un gris tenue que logró acentuar la proporción de vanos y sólidos de la fachada.

Si bien, el número 38 de Parque Melchor Ocampo se encuentra rodeado de grandes vialidades caóticas y ruidosas, una vez que se entra, esto queda atrás. Al cruzar la puerta de la entrada se percibe un espacio privado y lleno de calma que hace de cualquiera de los departamentos un gran espacio para habitar.

Es importante mencionar, que fueron los arquitectos Luis Beltrán y Andrew Sosa del despacho Vrtical, quienes, con su gran interés por enaltecer este patrimonio arquitectónico, hicieron posible que este maravilloso edificio sea parte del paisaje de nuestra colonia Cuauhtémoc, que nos hace sentir orgullosos de vivir en ella.

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